
La mayoría de los avances tecnológicos de la época se materializaron en la cocina. Lo que para nosotros está en la actualidad en peligro de extinción, el clásico lavaplatos de acero por ejemplo, supuso una revolución para las cocinas anglosajonas, como refleja uno de los anuncios más influyentes para las amas de casa de los años 50, "si quieres modernizar tu cocina, lavaplatos Fisholow" . También las neveras comienzan a tener una mayor presencia, dejando a las despensas sólo para uso de los hogares fuera de las grandes ciudades. Las estanterías y espacios de almacenaje se vendían en módulos, parecidos a los actuales, concebidos para ahorrar espacio y aparentar mayor limpieza y amplitud.
En la era pre-años 50, las comidas se forjaban de manera formal y habitualmente en la mesa del salón. La modernización promocionada entre otros, por los medios de comunicación, conllevaba que las relaciones familiares se abordaran desde la informalidad, por lo que la cocina se convierte en un espacio para comer, socializar y porque no, trabajar.
La habitación era un canto al empotrado - predominaban las moquetas que cubrían hasta la más remota esquina y los muebles empotrados y en línea estética con la mesita de noche, la mesa de estudio y la biblioteca.
Al tiempo que la televisión y el sistema de calefacción centralizada van cobrando importancia, la chimenea pasa a cumplir una función meramente decorativa en el salón. Las ventanas y las cortinas se vuelven más prominentes, y la mesa del té pasa a un primer plano frente al televisor. La distribución gira en torno a la televisión, el elemento de entrenimiento doméstico más relevante de la época.
El baño ve por primera vez su transformación hacia la modernidad durante estos años. La bañera y el lavabo se concebían apartados del inodoro y el bidé. Los tonos pastel, entronizados por el verde y el rosa, coloreaban estos espacios capturados por diseñadores de baños como la entonces famosa marca de baños Shanks.

Mientras los ingleses se afanaban por hacer renacer sus casas, el país coronaba a su reina Isabel II, el racionamiento llegaba a su fin y el Morris Minor se convertía en el best-seller de los automóviles de la época. Una época en la que la sociedad huye de la rigidez imperante en los años 40 hacia una sociedad de la innovación, la estética y la ilusión, conviritiendo sus propios hogares en espejos de la transición.